Mario Paulela es el autor del blog "Pensando la Argentina", que se puede leer aquí (blog que hace mucho está en mi lista, esa que figura ahí, al costado). Mario es peronista; como él dice, "un soldado del Movimiento". Lo que NO dice -aunque lo delata a cada palabra- es que es un eximio escritor, alguien capaz de expresar lo que piensa y siente de un modo muy bello (lo cual, por supuesto, me despierta una envidia atroz).
Le pedí a Mario permiso, que él gentilmente me otorgó, para reproducir aquí uno de sus recientes escritos, donde habla de un tema que a mi me llegó mucho: el dilema que vivimos cuando nuestra apreciación estética no "encaja" con nuestras ideas políticas.
Como peronista, Mario se preguntaba como conciliar su admiración por la escritura de Borges, alguien que -como el mismo Mario dice- "por historia y condición ideológica ha sido siempre nuestra pesadilla". Y digo que me llegó mucho porque por largo tiempo me debatí con la misma duda, aunque Mario y yo tuvimos orígenes políticos diferentes. Políticamente no nací peronista. Mis referentes no fueron Perón y Evita sino Ismael y David Viñas; no abrevé en los escritos y discursos del General sino en la revista Contorno. Pero allí también Borges era LO enemigo, lo inmencionable "excepto para hablar mal de él", como paladinamente afirmaba David.
Por eso, insisto, me sentí tan bien interpretado por Mario y le pedí me permitiera traerlo aquí. Y aquí está. (Agrego una breve nota mía al final).
BORGES
por Mario PAULELAMe perdonará el lector esta pequeña confesión, acaso alejada del contexto de esta bitácora y de sus habituales diatribas: Borges me ha vencido. Me ha derrotado.
Luché contra él con todas las fuerzas de mis odios ideológicos, de mis desprecios políticos. Y me ha vencido.
Soy de los que piensan que la política no es un blando territorio de lances caballerezcos y deportivismo flemático. Muy por el contrario, sostengo que la política es conflicto, es lucha. Quizás es una deformación ideológica, de la que me enorgullezco. Es aquello de que "será revolucionario o no será". Si no creyera en la revolución como final último de la práctica política, participaría de otros espacios. Sencillamente.
Los peronistas somos dogmáticos por naturaleza, por genética, por cultura. Borges, por historia y condición ideológica ha sido siempre nuestra pesadilla. Nos hemos propuesto un panteón de escritores e intelectuales dentro del cuál él jamás tuvo lugar debido a su odio natural hacia lo que nosotros representamos en la historia de la Patria. Por cierto que esa era una de sus particularidades, porque Borges odiaba todo aquello que significara la participación masiva del pueblo, fuera el peronismo o el fútbol. Caímos por eso bajo su desprecio, por mera cantidad, por quilombo, sudor y porque su sentido de la ironía le impedía fingir un aprecio que le era completamente ajeno.
Por eso le hemos odiado. O mejor dicho, por eso lo he odiado. Para no quedar en desventaja ante su propio odio magnífico. Para no naufragar ante su talento desmesurado. Él mismo solía decir que uno debe elegir cuidadosamente a sus enemigos, pues terminará pareciéndose fatalmente a ellos.
Lo he odiado mientras no entendí que cada uno elige a la Patria a la que ama, sin que por ello esté obligado a participar de un mismo dibujo o de un mismo color uniforme. Y que a veces esa Patria es un lugar, a veces una persona y así. La Patria de Borges no fue jamás la misma que la mía. La suya era, creo, el recuerdo de un tiempo acaso irreal, alejado en cualquier caso de su presente. Allí volvía cada vez para abrevar su arte. Tanto que al final quedó allá, prisionero.
Humberto Eco lo retrató en su novela El Nombre de la Rosa como un guardián feroz de una cultura restringida, alejada del pueblo y prisionera de claustros laberínticos. Tan feroz como para llegar a asesinar antes que permitir que el conocimiento escapara de la poquísimas manos que lo controlaban. Eso es Jorge de Burgos, el Venerable: el guardián del laberinto, el cancerbero de la Biblioteca, un fanático del oscurantismo y a la vez una víctima de la oscuridad. Es un ciego que rinde culto a aquello que no puede ver y que desea lo que ya no puede proporcionarle gozo: la lectura.
Los libros y la noche, como él mismo lo dijera.
Siempre lo creí un preciosista vanidoso, que había oscurecido su propia prosa para alejarla de la comprensión del hombre del común, un tipo de lector casual que no le interesaba; hasta que comprendí que uno no elige la propia voz (no del todo al menos) sino que se encuentra con ella. Que el hecho creativo puede provocar la ilusión de esa elección, pero que en esa voz residen un fárrago de factores hereditarios, culturales y hasta casuales que nadie domina jamás del todo. Es decir, sólo cuando encontré mi propia voz, entendí la voz de Borges. Nunca antes.
Alguna vez Homero Manzi dijo que había renunciado a ser un hombre de letras para hacer letras para los hombres. Y esa redención siempre me pareció admirable. Esa revelación de la tarea ideal del escritor como testigo de su tiempo social y político me pareció un ejemplo. Borges eligió otra cosa, acaso lo contrario. Pero fue también un factor de testimonio, quizás no de su presente, pero sí de su tiempo. El tiempo que habitaba dentro suyo.
Desde que pude comprender eso, he dejado de medir a Borges con el sextante inexacto de la óptica ideológica, en gran medida porque, en la ecuación, el verdadero ciego era yo. Por el contrario, me he aplicado a la admiración de su innegable virtud narrativa, de su vigoroso manejo de la palabra, del intrincado jardín de su poética y de los vastos territorios de su sapiencia. Y he quedado deslumbrado. Hace mucho ya.
Es así como, al final, ese viejo irónico y sabio, tal vez quien mejor ha odiado a la gente como yo, me ha derrotado.
No lo lamento.
MP
Ojalá les resulte tan útil esta reflexión de Mario como lo es para mí.
Quería agregar que el nombre de Borges conjura inmediatamente en mi mente dos de sus obras, que entiendo no son las más famosas. Una es el relato "La señora mayor", una suave pero brillante sátira de cierta pequeña burguesía. La otra es la estrofa final de su poesía "Límites", que nunca abandonó mi memoria:
Creo oír en el alba atareado rumor
de multitudes que se alejan;
son lo que me ha querido y me ha olvidado,
espacio y tiempo y Borges ya me dejan.
3 comments:
Hola
me gusto mucho lo que acabo de leer, me considero una fiel lectora de Borges, el tiene un sentido, complicado-común, para expresar las cosas... su poesía es fascinante, y su vida toda una paradoja.
Excelentes artículos
Un cálido saludo
Brenda Ladurie
A mí Borges -al igual que Bioy Casares- nunca me pareció un escritor "barroco". Escribiendo, es más barroco Halperín Donghi, mirá lo que te digo.
Lo que sí, es una prosa "condensada", a la que no le sobra nada.. con poca adjevitación. Al contrario de un Zelarrayán, por poner un ejemplo, quien es capaz de escribir el mismo párrafo dos veces con ligeras variaciones.
Saludos
"Barroca" es la escritura de Lezama Lima.
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