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Thursday, August 30, 2012

Para variar: el Partido Republicano contra los trabajadores

Lo que sigue es un artículo publicado hoy en el New York Times. No creo que necesite comentario.

El Partido Republicano busca debilitar a los sindicatos de trabajadores
Por Steven Greenhouse
A diferencia del pasado, la plataforma republicana de este año en Tampa, Florida, no contiene guiños simpáticos a los sindicatos del país, que se han convertido, para el partdo, en uno de sus enemigos políticos más formidables. En cambio, la plataforma aboga por numerosas medidas que podrían debilitar tanto a los gremios del sector público como a los del privado y ayudar a la declinación del movimiento obrero organizado
La plataforma para el 2012 insta a sus funcionarios electos de todo el país a cambiar las leyes relativas a los sindicatos del sector público y a seguir el ejemplo del gobernador de Wisconsin, Scott Walker, quien encabezó un esfuerzo para suprimir las convenciones colectivas de trabajo de los empleados públicos. La plataforma dice, textualmente: "Saludamos a los gobernadores y legisladores estatales republicanos que han salvado a sus estados del desastre fiscal mediante la reforma de las leyes que rigen los sindicatos de empleados públicos." Walker dijo que esa legislación era necesaria para debilitar a los gremios  más poderosos de modo de poder equilibrar el presupuesto de Wisconsin, mientras que los líderes sindicales dicen que la legislación está destinada a destruir e incapacitar políticamente a los sindicatos del sector público.
La plataforma - arguyendo que promueve la "libertad económica"- exige la promulgación de leyes nacionales (astutamente mal llamadas) de "derecho al trabajo". Dichas leyes –que rigen en 23 estados-  prohíben que los sindicatos exijan a los trabajadores que paguen la cuota de afiliación aunque en su lugar de trabajo rijan los beneficios derivados de un contrato colectivo.  En los estados donde no las hay (los otros 27) los trabajadores en los lugares de trabajo sindicalizados generalmente tienen que pagar esas cuotas.
También la plataforma dice que un presidente republicano protegerá a los empleados públicos porque promoverá una legislación que prohíba usar el dinero de las cuotas sindicales “con fines políticos”. Tal medida debilitará a los sindicatos de empleados públicos al dificultarles el uso del dinero a menos que cada afiliado dé individualmente su autorización.
En un movimiento para agotar aún más las arcas de los sindicatos, la plataforma dice que "ningún gobierno a cualquier nivel debe actuar como el colector de deudas para los sindicatos." Hoy en día muchos estados, condados y ciudades  recogen el dinero para los sindicatos mediante deducciones al cheque de pago. Esto obligaría a los sindicatos a hacer arreglos individuales con cada trabajador para cobrar las cuotas.
La plataforma republicana también pide prohibir el uso de las tarjetas de afiliación  como el modo de ingresar al sindicato.  Desde la década de 1930, la Junta Nacional de Relaciones Laborales (NLRB, iniciales en inglés) permite que los empleadores concedan el reconocimiento sindical una vez que la mayoría de los trabajadores del lugar de trabajo hayan llenado la solicitud de afiliación.
Los empleadores renuentes a que sus trabajadores se organicen prefieren otro método: exigir votaciones secretas en el lugar de trabajo, lo que les da la oportunidad de tratar de coaccionar a sus obreros y empleados.
El presidente Obama y los demócratas en el Congreso apoyaron, pero no lograron promulgar, una ley que habría dado a los sindicatos el derecho de insistir en el uso de de la tarjeta, en lugar de la votación secreta. Las entidades patronales argumentan que la tarjeta es mucho menos confiable que el voto secreto, afirmando que los dirigentes gremiales presionan a los trabajadores para que las firmen. Pero los líderes sindicales se quejan de que las campañas electorales se convierten en un ejercicio injusto en el que las empresas intimidan a los trabajadores para que voten –las votaciones se hacen en el lugar de trabajo- en contra de sus propios intereses. En concreto, la plataforma aboga por la promulgación de una "Ley de Protección del Voto Secreto".
La plataforma también se pronuncia por la derogación de la Ley Davis-Bacon, aprobada por el Congreso en 1931 que requiere que en todos los proyectos federales de construcción se pague el salario vigente, igual o no muy por debajo de los convenios colectivos prevalentes. Dice la plataforma que esta ley "le cuesta a los contribuyentes miles de millones de dólares anuales en salarios artificialmente altos en los proyectos del gobierno".
La plataforma ataca al gobierno de Obama, diciendo que se ha aferrado "a nociones anticuadas de confrontación y y de concentración del poder en las oficinas de Washington de las élites sindicales". La plataforma también ataca a la Junta Nacional de Relaciones Laborales, diciendo que bajo la presidencia de Obama, la junta se ha convertido en "un abogado de los grandes sindicatos, mediante amenazas y coacciones al margen de la ley que arruinan los negocios."
Los líderes sindicales, convencidos de que los republicanos quieren debilitar el movimiento obrero organizado, han prometido montar su mayor esfuerzo político para ayudar a reelegir al Presidente Obama. En su website, la AFL-CIO condenó la visión para el futuro de la fórmula republicana diciendo que se ha comprometido a debilitar al movimiento de los trabajadores. Dice que la visión de Romney "podrá ser el sueño de la extrema derecha, del Tea Party y de los ricos financistas corporativos que alimentan su campaña, pero es una pesadilla para las familias trabajadoras de Estados Unidos "

Wednesday, August 29, 2012

Actualizado el mapa electoral de Michael Weiss

Contiene un error -que Michael prometió corregir: al costado del mapa figura el número de electores de los estados más pequeños (en superficie). Allí está Vermont (VT) con 13. Tiene 3. Por lo demás, no hay mayores novedades respecto al mapa anterior: sólo 3 electores seguros más para Romney. 
De paso: los republicanos están sufriendo porque los medios no le están dando a su Convención Nacional toda la pelota esperada. El huracán Isaac le está robando titulares y atención. La semana próxima es la Convención Demócrata, en Charlotte, la capital de North Carolina. De allí en adelante la campaña electoral será de tiempo completo hasta el 6 de noviembre.
Como siempre, el mapa original de Michael Weiss puede verse aquí.

Monday, August 27, 2012

A la izquierda de su pantalla: la izquierda en su pantalla

Jonathan Chait es el columnista de Política y Cultura de la revista New York. Recientemente publicó un artículo donde sostiene que los mensajes políticos que provienen de Hollywood -y que se expresan a traves de la televisión y el cine- han girado ciento ochenta grados en los últimos sesenta años y que son cada vez menos conservadores y más progresistas. Se puede o no estar de acuerdo con su tesis, pero Chait la expone de un modo interesante y por eso traigo aquí las partes más significativas de su artículo. Es bastante largo, así que esta es sólo la primera parte. OK?

En Su Pantalla: La Vasta Conspiración Izquierdista (I)
Por Jonathan Chait
Hace dos décadas la ira conservadora en contra de la cultura popular ardía tan intensamente que parecía en ese entonces que Hollywood había venido a llenar el vacío de miedo que el fin del comunismo había dejado en la derecha.  La cólera resultó en una serie interminable de escaramuzas. En 1989, después de ver un episodio de la sitcom Casado con hijos que incluyó un hombre gay y una mujer quitándose el brassiere, un ama de casa que vivía en Michigan, Rakolta Terry (cuya hermana, Ronna Romney, se casó con el hermano de ... sí, él), lanzó una cruzada nacional contra la serie. El entonces vicepresidente, Dan Quayle, pronunció un discurso denunciando a Murphy Brown (de la serie homónima) por haber tenido un hijo siendo soltera. Grupos tales como Líderes Cristianos por una Televisión Responsable  o el de la misma Rakolta, Americanos por una Televisión Responsable, intentaron boicotear esas series. Se organizaron mítines anti-Hollywood que atrajeron a miles de concurrentes.
El país estaba "involucrado en una Kulturkampf", según el congresista republicano de Illinois Henry Hyde, una "guerra entre culturas y una guerra sobre el significado de la cultura." Los progresistas también consideraron que la campaña conservadora contra Hollywood amenazaba su modo de vida.  "Estamos en medio de una guerra cultural", anunció el vicepresidente de People for the American Way, grupo fundado por el progre productor de TV Norman Lear. En su discurso de apertura en la convención republicana 1992, Pat Buchanan exhortó a su partido para luchar (o, a su juicio, contraatacar) en una "guerra cultural, tan crítica para la nación que un día será vista como equivalente a la mismísima Guerra Fría. "
Cuando Buchanan pronunció ese terrorífico (o estimulante) discurso en Houston, hubiera sido imposible imaginar que veinte años más tarde todos los rastros de esta guerra habrían desaparecido de la escena política nacional. En el website de la campaña de Mitt Romney, bajo el rubro "Valores" se enumera la oposición inquebrantable de Romney contra el aborto y el matrimonio gay y contra el uso de células madres para la investigación científica pero no hay referencia alguna al estado de la cultura, y mucho menos alguna denuncia contra Hollywood o sus “sucios mercaderes”. Una explicación inmediata es que la cultura popular ya no provoca disensos, o que la guerra cultural  le ha dejado el lugar a la guerra sobre el papel del gobierno en la economía. La realidad es más incómoda:  que la guerra cultural la ganaron los progres por goleada y los conservadores han perdido toda esperanza.
No se necesita ser devoto del cine o la televisión para detectarlo. Esos Líderes Cristianos mencionados más arriba estarían despotricando contra series como Modern Family o las muchachas de Girls… si aún existieran; esos grupos desaparecieron hace rato. Películas como Margin Call, Too big to fail o la secuela de Wall Street son portavoces descarados del punto de vista progresista sobre la crisis económica. No hay productos similares del lado conservador. El patriotismo de Rambo, tan popular en los 80s -y que parecía que iba a resurgir con fuerza después de Septiembre 11-  ha desaparecido[i]. En su lugar tenemos series como Homeland, que explora las complejas causas del terrorismo y estrellas de acción como Jason Bourne, cuyos enemigos no son extranjeros malvados sino paranoicos a la Dick Cheney. Contra la negación conservador del cambio climático tenemos advertencias  como Ice Age 2: El Deshielo y el misticismo abraza-árboles de Avatar. La última década también ha visto un resurgimiento de películas y programas políticos, como Veep y La Campaña, donde los “pesados” son los magnates petroleros. Hasta los Muppets tienen un perforador de petróleo malo llamado "Tex Richman".
En resumen, el mundo de la cultura popular refleja cada vez más una realidad compartida en la que el Partido Republicano o bien está ausente o es anatema. Esa realidad es asumida, en particular, por los votantes más jóvenes, cuyo apoyo se ha convertido en la piedra angular del Partido Demócrata.
Un miembro del equipo de reelección del presidente Obama –John Heilemann- dijo recientemente a esta revista que planeaban pintar a su oponente como un hombre fuera de tiempo.  Mitt Romney es "de los años cincuenta, es retro, camina hacia atrás." Esto puede parecer a primera vista como una especial referencia a Romney, pero la línea de ataque habría estado disponible en contra de cualquier candidato republicano, Rick Santorum, Michele Bachmann, Rick Perry, o cualquier otro de los reaccionarios adustos que podrían haberse llevado la nominación. El mensaje se transmite de mil maneras, tanto obvias como sutiles –y es devastador: Tina Fey, por ejemplo, imitando a Sarah Palin. Obama –en cambio- aparece en el programa de Jimmy Fallon “sincerando las noticias”.
Cuando en Mayo Joe Biden apoyó la legalización del matrimonio entre homosexuales citó Will & Grace como el factor  independiente más importante para la transformación de la opinión pública sobre el tema. Al hacerlo, en realidad confirmó el temor abrigado por los conservadores durante muchos años: que una camarilla de “elitistas” de Hollywood había llevado a cabo exitosamente una campaña de propaganda que había transformado en mayoritaria la opinión de una minoría. Pensemos la cosa desde el punto de vista conservador: imaginemos que los espectáculos que usamos como entretenimiento se burlen de nuestras convicciones y que nos digan que ciertos valores que creíamos indiscutibles no son sino prejuicios bastante repugnantes. También estaríamos enojados.
Desde el vamos pendió sobre la industria del cine el miedo a algo semejante.. Hollywood fue fundada por inmigrantes judíos que vivían aterrorizados por la posibilidad de que su judaísmo hiciera que la “América conservadora” los sospechara de abusar de su poder cultural. Los magnates se envolvieron entonces en  “americanismo” apagando cualquier sospecha de que sus películas quisieran cuestionar o transformar la cultura.
Lejos de ser radicales, adherían con todas sus fuerzas al Establishment. . Los jefes de estudio apoyaron a  los presidentes republicanos de los años veinte, muchos apoyaron a  Franklin Roosevelt y luego a Dwight Eisenhower. Sus actores, y especialmente sus  escritores, se inclinaban hacia la izquierda, incluyendo una pequeña facción comunista que luego desapareció. Pero los magnates ejercían el control implacable sobre sus propios estudios. Cuando Upton Sinclair realizó una campaña populista para gobernador de California en 1934, los estudios lo sabotearon con una campaña de propaganda masiva. Distribuyeron en todo el estado falsos "noticiarios" donde contrastaban las entrevistas con los partidarios de Sinclair con las hechas a los de su oponente republicano, Frank Merriam. Estos últimos eran californianos honrados; los de Sinclair, en cambio, eran tipos mal entrazados, de acento extranjero, amenazante vagabundos despeinados que hablaban inglés con acento extranjero y que viajaban a California en vehículos en mal estado con la esperanza de “exprimir el  paraíso socialista de Sinclair." Los estudios emplearon para esto actores de películas clase B.
En los años cuarenta, una facción de los conservadores de Hollywood formó la Alianza Cinematográfica para la Preservación de los Ideales Americanos. Supuestamente su misión era  suprimir la amenaza comunista que pretendía "pervertir este medio y convertirlo en un instrumento para la difusión de ideas y creencias antiamericanas." En realidad, la Alianza era una organización empresarial reaccionaria. Se distribuyó una Guía para que los estudios aplicaran filtros ideológicos a las películas.  Para escribir su guía la Alianza contrató a una inmigrante rusa de ultra derecha, Ayn Rand.
 La Guía advertía que los comunistas no operaban abiertamente sino que deslizaban sutiles mensajes en los guiones. "Su propósito", escribió la Rand, ”es corromper nuestras premisas morales introduciendo pequeños trozos de propaganda en historias por lo demás inocentes”. Su método principal, de acuerdo con la Guía, era retratar negativamente a los ricos. Advirtió que los estudios no debían permitir imágenes negativas de los industriales. "No escupa en su propia cara o, peor aún, no les pague a esas ratas miserables que lo hacen. Usted, como productor de cine, es un industrial y debe defender a los suyos”.
Los estudios, por temor a ser acusados de comunistas, fueron muy cuidadosos. Este es el periodo que hoy los conservadores recuerdan con la nostalgia ejemplificada por la pregunta de Tony Soprano: “¿Qué pasó con Gary Cooper?”. (Como suele suceder, Cooper fue un destacado partidario de la Alianza Cinematográfica para la Preservación de los Ideales Americanos).
Pero en los 50s el sistema de los grandes estudios comenzó a desintegrarse y, desde luego, igual suerte corrió el poder de los magnates. A partir de los años sesenta,  Hollywood se ha convertido en una industria casi uniformemente demócrata.
A partir de los años setenta la cultura popular comenzó a despojarse de su timidez de la posguerra y a presentar una imagen de los Estados Unidos  irreconocible para los criados en aquellos años de “los buenos y los malos”. Los significantes morales no sólo habían desaparecido sino que se habían invertido por completo: los héroes se convirtieron en villanos. Un estudio de 1991 encontró que el 40 por ciento de todos los asesinatos en la televisión eran cometidos por hombres de negocios. En la era dorada de Hollywood, escribió el conservador crítico de cine Michael Medved, "que un personaje apareciera en la pantalla con el clásico cuello almidonado de los clérigos era una señal para indicar que era una persona buena y virtuosa y que el público debía verlo con aprobación." En los años setenta, la religión había llegado a significar hipocresía o pecados aún más siniestros.


[i] “24” fue su modelo. Pero apareció, brilló intensamente y luego murió sin dejar herencia.

(Photo: Courtesy of Warner Bros. Pictures. Photo-illustration by Gluekit.)

Thursday, August 23, 2012

¿La violaron? Pero ¿REALMENTE la violaron? Entonces no se preocupe…


Un episodio significativo y grotesco. Vean lo que pasó:
Entre otros estados en la misma situación, le llega a Missouri el turno de renovar una de sus bancas en el Senado. Se van a enfrentar la actual senadora, la demócrata Claire McCaskill, que va por su reelección, y el republicano Todd Akin. El señor Akin, consistente con su pertenencia partidaria, es conservador, muy conservador. Como tal –y este es un credo básico de los republicanos- es partidario de penalizar el aborto, que hoy día es legal en los Estados Unidos. Algunos republicanos están a favor de admitir algunas excepciones, especialmente en casos de violación e incesto. Otros no: dicen que minga de excepciones, que la vida humana comienza con la concepción  y que siempre el aborto provocado debe verse como un asesinato.
Hace unos días, en una entrevista radial, le preguntaron porque no admitiría la excepción en caso de violación. Y el señor Akin no perdió la oportunidad que se le brindaba para meter la pata hasta acá. Dijo que las mujeres violadas casi nunca se embarazan. “Me parece, de lo que entendí dicen los doctores, que es muy raro (que suceda). Si es una violación legítima, el cuerpo de la mujer tiene mecanismos para cerrarse. Pero presumamos que eso no funciona: creo que debe haber algún castigo pero para el violador; no se debe atacar al niño”. Y se armó la de San Quintín. La primera en reaccionar públicamente fue la propia Mc Caskill a quien se la dejaron picando en el área, como quien dice: “Como mujer y como ex fiscal general de Missouri que tuve que ocuparme de cientos de casos de violación, estoy estupefacta por el comentario de Akin sobre las víctimas.”
Es que realmente fue una boulette multifacética: no sólo la afirmación es totalmente falsa sino que el tipo la emitió de la manera más insultante posible: lo de violación “legítima” alude a otra falacia misógina de estos fachos, que sostienen que las mujeres casi siempre mienten, que no fueron violadas, que no se hacen cargo de que ellas lo provocaron al tipo, etcétera.
Bueno, el escándalo fue de alquilar balcones a tal punto que el propio dúo de la fórmula republicana tuvo que salir a controlar daños. Tanto Romney como Ryan le pidieron públicamente a Akin que se bajara de la candidatura. Pero el tipo, que hace escasas tres semanas ganó las primarias republicanas de Missouri, dijo que no, que no se baja. Los demócratas de este país, entre los cuales está el que esto escribe (como ustedes saben) chochos, chochos. La idea es que los votantes republicanos de Missouri se quedarán en casa antes que enviar a Akin a Washington.
Pero lo importante, lo de fondo, es esto: ¿Por qué los candidatos republicanos a cualquier cosa (hasta los que se postulan para concejales municipales) sostienen posiciones tan retrógradas? Entre otras cosas, porque es un recurso que tienen para conseguir los votos de un segmento de la población que por lógica no debería votarlos nunca: los blancos pobres, que son las víctimas obligadas de las políticas económicas realmente antipopulares del Partido Republicano. No pueden decir: “Vótenme; estoy en contra del salario mínimo obligatorio, estoy en contra de las convenciones colectivas de trabajo, estoy en contra de las jubilaciones, estoy en contra de pagar horas extras, estoy en contra de la enseñanza primaria y secundaria gratuita para sus hijos, estoy en contra de las vacaciones pagas, estoy en contra de los sindicatos de trabajadores; estoy a favor de que no exista un seguro universal de salud, estoy a favor de rebajar el mínimo no imponible de modo que los más pobres paguen más impuestos, estoy a favor de suprimir el impuesto a la herencia y a las ganancias de capital, estoy a favor de quitar todas las regulaciones que limitan la “libre empresa” y de permitir que “el mercado” se desenvuelva a piacere porque esos es lo mejor para todos… o por lo menos para nosotros, que somos los que tenemos la guita”.(*).
No, no pueden, todos esos postulados son piantavotos. Entonces eso se envuelve en un discurso de defensa de las tradiciones, de la decencia “de antes”, la verdadera, de cuando las mujeres “sabían su lugar” y eran puras y honradas, no corrompidas como ahora. Es la defensa de las “verdades eternas” que estaban vigentes cuando a los maricones se les decía “putos de mierda” y no “gays”, como quieren esos progres elitistas que tratan de destruir todo: la familia, la bandera, todo…
Y les venden a su electorado que se debe volver a ese pasado que “todos recuerdan”, cuando todo estaba mejor. Y, créase o no, son millones  los que compran entonces esa historia y son millones los que recuerdan ese “pasado mejor” que, en verdad, nunca existió y cuyo “recuerdo” está más cerca de una alucinación colectiva que de la memoria de lo real.
Para terminarla de amolar, la ironía es monstruosa: casi ninguno de esos políticos ha hecho o hará algún día un esfuerzo serio para penalizar el aborto voluntario. Roe vs. Wade, la célebre causa judicial que dio lugar a la despenalización del aborto, data de 1973, esto es, tiene ya, prácticamente, ¡40 años!; los republicanos –en muchos de esos años- detentaron tanto el Poder Ejecutivo como la mayoría simultánea en ambas cámaras del Congreso. Y nunca trataron seria y coordinadamente de legislar el tema.
Es que lo necesitan así, como parte de su tinglado de mentirosas nostalgias porque, dicen ellos, “es lo que el público quiere”. 
(*) Todos estos puntos no son un producto delirante de mi mente febricitante; figuran en la plataforma electoral del Partido Republicano que será aprobada por su Convención Nacional la próxima semana en Tampa (Florida). No están expresados tan crudamente como yo los describo aquí. Por ejemplo, a la rebaja del mínimo no imponible se la llama "ampliación de la base impositiva".
Senadora Claire McCaskill (D-Missouri)
Todd Akin (candidato republicano para senador por Missouri)