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Monday, August 27, 2012

A la izquierda de su pantalla: la izquierda en su pantalla

Jonathan Chait es el columnista de Política y Cultura de la revista New York. Recientemente publicó un artículo donde sostiene que los mensajes políticos que provienen de Hollywood -y que se expresan a traves de la televisión y el cine- han girado ciento ochenta grados en los últimos sesenta años y que son cada vez menos conservadores y más progresistas. Se puede o no estar de acuerdo con su tesis, pero Chait la expone de un modo interesante y por eso traigo aquí las partes más significativas de su artículo. Es bastante largo, así que esta es sólo la primera parte. OK?

En Su Pantalla: La Vasta Conspiración Izquierdista (I)
Por Jonathan Chait
Hace dos décadas la ira conservadora en contra de la cultura popular ardía tan intensamente que parecía en ese entonces que Hollywood había venido a llenar el vacío de miedo que el fin del comunismo había dejado en la derecha.  La cólera resultó en una serie interminable de escaramuzas. En 1989, después de ver un episodio de la sitcom Casado con hijos que incluyó un hombre gay y una mujer quitándose el brassiere, un ama de casa que vivía en Michigan, Rakolta Terry (cuya hermana, Ronna Romney, se casó con el hermano de ... sí, él), lanzó una cruzada nacional contra la serie. El entonces vicepresidente, Dan Quayle, pronunció un discurso denunciando a Murphy Brown (de la serie homónima) por haber tenido un hijo siendo soltera. Grupos tales como Líderes Cristianos por una Televisión Responsable  o el de la misma Rakolta, Americanos por una Televisión Responsable, intentaron boicotear esas series. Se organizaron mítines anti-Hollywood que atrajeron a miles de concurrentes.
El país estaba "involucrado en una Kulturkampf", según el congresista republicano de Illinois Henry Hyde, una "guerra entre culturas y una guerra sobre el significado de la cultura." Los progresistas también consideraron que la campaña conservadora contra Hollywood amenazaba su modo de vida.  "Estamos en medio de una guerra cultural", anunció el vicepresidente de People for the American Way, grupo fundado por el progre productor de TV Norman Lear. En su discurso de apertura en la convención republicana 1992, Pat Buchanan exhortó a su partido para luchar (o, a su juicio, contraatacar) en una "guerra cultural, tan crítica para la nación que un día será vista como equivalente a la mismísima Guerra Fría. "
Cuando Buchanan pronunció ese terrorífico (o estimulante) discurso en Houston, hubiera sido imposible imaginar que veinte años más tarde todos los rastros de esta guerra habrían desaparecido de la escena política nacional. En el website de la campaña de Mitt Romney, bajo el rubro "Valores" se enumera la oposición inquebrantable de Romney contra el aborto y el matrimonio gay y contra el uso de células madres para la investigación científica pero no hay referencia alguna al estado de la cultura, y mucho menos alguna denuncia contra Hollywood o sus “sucios mercaderes”. Una explicación inmediata es que la cultura popular ya no provoca disensos, o que la guerra cultural  le ha dejado el lugar a la guerra sobre el papel del gobierno en la economía. La realidad es más incómoda:  que la guerra cultural la ganaron los progres por goleada y los conservadores han perdido toda esperanza.
No se necesita ser devoto del cine o la televisión para detectarlo. Esos Líderes Cristianos mencionados más arriba estarían despotricando contra series como Modern Family o las muchachas de Girls… si aún existieran; esos grupos desaparecieron hace rato. Películas como Margin Call, Too big to fail o la secuela de Wall Street son portavoces descarados del punto de vista progresista sobre la crisis económica. No hay productos similares del lado conservador. El patriotismo de Rambo, tan popular en los 80s -y que parecía que iba a resurgir con fuerza después de Septiembre 11-  ha desaparecido[i]. En su lugar tenemos series como Homeland, que explora las complejas causas del terrorismo y estrellas de acción como Jason Bourne, cuyos enemigos no son extranjeros malvados sino paranoicos a la Dick Cheney. Contra la negación conservador del cambio climático tenemos advertencias  como Ice Age 2: El Deshielo y el misticismo abraza-árboles de Avatar. La última década también ha visto un resurgimiento de películas y programas políticos, como Veep y La Campaña, donde los “pesados” son los magnates petroleros. Hasta los Muppets tienen un perforador de petróleo malo llamado "Tex Richman".
En resumen, el mundo de la cultura popular refleja cada vez más una realidad compartida en la que el Partido Republicano o bien está ausente o es anatema. Esa realidad es asumida, en particular, por los votantes más jóvenes, cuyo apoyo se ha convertido en la piedra angular del Partido Demócrata.
Un miembro del equipo de reelección del presidente Obama –John Heilemann- dijo recientemente a esta revista que planeaban pintar a su oponente como un hombre fuera de tiempo.  Mitt Romney es "de los años cincuenta, es retro, camina hacia atrás." Esto puede parecer a primera vista como una especial referencia a Romney, pero la línea de ataque habría estado disponible en contra de cualquier candidato republicano, Rick Santorum, Michele Bachmann, Rick Perry, o cualquier otro de los reaccionarios adustos que podrían haberse llevado la nominación. El mensaje se transmite de mil maneras, tanto obvias como sutiles –y es devastador: Tina Fey, por ejemplo, imitando a Sarah Palin. Obama –en cambio- aparece en el programa de Jimmy Fallon “sincerando las noticias”.
Cuando en Mayo Joe Biden apoyó la legalización del matrimonio entre homosexuales citó Will & Grace como el factor  independiente más importante para la transformación de la opinión pública sobre el tema. Al hacerlo, en realidad confirmó el temor abrigado por los conservadores durante muchos años: que una camarilla de “elitistas” de Hollywood había llevado a cabo exitosamente una campaña de propaganda que había transformado en mayoritaria la opinión de una minoría. Pensemos la cosa desde el punto de vista conservador: imaginemos que los espectáculos que usamos como entretenimiento se burlen de nuestras convicciones y que nos digan que ciertos valores que creíamos indiscutibles no son sino prejuicios bastante repugnantes. También estaríamos enojados.
Desde el vamos pendió sobre la industria del cine el miedo a algo semejante.. Hollywood fue fundada por inmigrantes judíos que vivían aterrorizados por la posibilidad de que su judaísmo hiciera que la “América conservadora” los sospechara de abusar de su poder cultural. Los magnates se envolvieron entonces en  “americanismo” apagando cualquier sospecha de que sus películas quisieran cuestionar o transformar la cultura.
Lejos de ser radicales, adherían con todas sus fuerzas al Establishment. . Los jefes de estudio apoyaron a  los presidentes republicanos de los años veinte, muchos apoyaron a  Franklin Roosevelt y luego a Dwight Eisenhower. Sus actores, y especialmente sus  escritores, se inclinaban hacia la izquierda, incluyendo una pequeña facción comunista que luego desapareció. Pero los magnates ejercían el control implacable sobre sus propios estudios. Cuando Upton Sinclair realizó una campaña populista para gobernador de California en 1934, los estudios lo sabotearon con una campaña de propaganda masiva. Distribuyeron en todo el estado falsos "noticiarios" donde contrastaban las entrevistas con los partidarios de Sinclair con las hechas a los de su oponente republicano, Frank Merriam. Estos últimos eran californianos honrados; los de Sinclair, en cambio, eran tipos mal entrazados, de acento extranjero, amenazante vagabundos despeinados que hablaban inglés con acento extranjero y que viajaban a California en vehículos en mal estado con la esperanza de “exprimir el  paraíso socialista de Sinclair." Los estudios emplearon para esto actores de películas clase B.
En los años cuarenta, una facción de los conservadores de Hollywood formó la Alianza Cinematográfica para la Preservación de los Ideales Americanos. Supuestamente su misión era  suprimir la amenaza comunista que pretendía "pervertir este medio y convertirlo en un instrumento para la difusión de ideas y creencias antiamericanas." En realidad, la Alianza era una organización empresarial reaccionaria. Se distribuyó una Guía para que los estudios aplicaran filtros ideológicos a las películas.  Para escribir su guía la Alianza contrató a una inmigrante rusa de ultra derecha, Ayn Rand.
 La Guía advertía que los comunistas no operaban abiertamente sino que deslizaban sutiles mensajes en los guiones. "Su propósito", escribió la Rand, ”es corromper nuestras premisas morales introduciendo pequeños trozos de propaganda en historias por lo demás inocentes”. Su método principal, de acuerdo con la Guía, era retratar negativamente a los ricos. Advirtió que los estudios no debían permitir imágenes negativas de los industriales. "No escupa en su propia cara o, peor aún, no les pague a esas ratas miserables que lo hacen. Usted, como productor de cine, es un industrial y debe defender a los suyos”.
Los estudios, por temor a ser acusados de comunistas, fueron muy cuidadosos. Este es el periodo que hoy los conservadores recuerdan con la nostalgia ejemplificada por la pregunta de Tony Soprano: “¿Qué pasó con Gary Cooper?”. (Como suele suceder, Cooper fue un destacado partidario de la Alianza Cinematográfica para la Preservación de los Ideales Americanos).
Pero en los 50s el sistema de los grandes estudios comenzó a desintegrarse y, desde luego, igual suerte corrió el poder de los magnates. A partir de los años sesenta,  Hollywood se ha convertido en una industria casi uniformemente demócrata.
A partir de los años setenta la cultura popular comenzó a despojarse de su timidez de la posguerra y a presentar una imagen de los Estados Unidos  irreconocible para los criados en aquellos años de “los buenos y los malos”. Los significantes morales no sólo habían desaparecido sino que se habían invertido por completo: los héroes se convirtieron en villanos. Un estudio de 1991 encontró que el 40 por ciento de todos los asesinatos en la televisión eran cometidos por hombres de negocios. En la era dorada de Hollywood, escribió el conservador crítico de cine Michael Medved, "que un personaje apareciera en la pantalla con el clásico cuello almidonado de los clérigos era una señal para indicar que era una persona buena y virtuosa y que el público debía verlo con aprobación." En los años setenta, la religión había llegado a significar hipocresía o pecados aún más siniestros.


[i] “24” fue su modelo. Pero apareció, brilló intensamente y luego murió sin dejar herencia.

(Photo: Courtesy of Warner Bros. Pictures. Photo-illustration by Gluekit.)

2 comments:

Nando Bonatto said...

Ud sabe que discutiendo con un familiar llegamos a la conclusion inversa.
En mi memoria tengo memorables peliculas pacifistas o al menos democraticas... ahora Hollywood nos regala a Kate Bigelow que con un par de pelis nomas se puso la camiseta belica con todo

Marmaduke/Eddie/Matt said...

Nando: Entiendo su posición. Por eso escribí que se puede estar de acuerdo con el articulista o no. Usted me menciona a la Bigelow; supongo que se refiere a su película "The Hurt Locker", (no sé como se llamó en Argentina). Yo le puedo contestar con "En el valle de Ehah", un alegato antibélico impresionante como nunca he visto otro. ¿Vio esa película? Se la recomiendo con una advertencia: es muy buena pero también muy, muy amarga.
Eddie