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Saturday, April 17, 2010

Ofrenda a una diosa el jueves pasado

No sé si quienes no viven en USA tienen idea acerca de cuán importante es aquí el 15 de abril (yo, antes de venir, ni me imaginaba). Es una fecha que se observa rigurosamente en el calendario religioso, el día que vence el plazo para nuestra ofrenda anual a la diosa IRS, Internal Revenue Service, o sea la oficina recaudadora de los impuestos. Todos los mayores de 18 años (y cuando digo todos quiero decir todos los residentes, ricos o pobres, petisos o asmáticos, ciudadanos o no ciudadanos -incluídos los inmigrantes mal llamados ilegales) tenemos hasta la medianoche de esa augusta fecha para enviar el papelito (los "returns", como dicen aquí). Las oficinas de correo permanecen abiertas hasta las 12, con los empleados cargando pesados canastos en la vereda para que uno tire el sobre sin bajarse del auto (y se arman unas congestiones de tráfico que te la voglio dire). Se dice que todos putean pero, paradójicamente, todos cumplen. Ser un "taxpayer" es, créanlo o no, un motivo de orgullo que se esgrime como razón para acceder a lo que uno piensa le corresponde: "Las autoridades me tienen que escuchar porque yo soy un "taxpeier".  Nadie alardea aquí de no declarar sus impuestos y si tenés que afrontar consecuencias legales por no hacerlo, pues a nadie le parecerá mal. Cometés un crimen social porque los demás tendrán que aportar lo que vos te guardaste.
Ojo: todos terminamos siendo especialistas en buscar todos los recovecos de los reglamentos para acumular deducciones y pagar lo menos posible o no pagar o, mejor aún, mostrar que ya pagaste demasiado y que el Gobierno te tiene que devolver dinero (a mi este año me tienen que devolver u$s 56.16 (cincuenta y seis dólares con diez y seis centavos). Eso está bien, es parte del juego que todos jugamos. Pero hacerte el otario, ah, no, eso merece que te cobren penal y el público aplaudirá al arbitro.
Me acuerdo que cuando vivía en Argentina JAMÁS llene una declaración de impuestos. Tenía un amigo contador que me llamaba una vez por año y me decía: "Che, ya declaré tus impuestos; mandame (aquí cantidad) pesos, que me debés de honorarios". Nunca supe que ponía mi amigo en la declaración. Nunca.
Siempre me acuerdo de un brevísimo ensayo de Borges, de 1942, llamado "Nuestro pobre individualismo"; recomiendo su lectura.

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