Es (un excelente) escritor. Se llama Arturo Von Vacano. Tiene 72 años, vive en New York y ama profundamente a Bolivia. Me acaba de enviar una nota suya con pedido de difusión. Y con mucho gusto la reproduzco aquí porque, aunque a veces Arturo y yo no estamos completamente de acuerdo, siempre es un placer leer su prosa y su sabiduría. Y quiero compartir ese placer. Ahí va:
Evo y Obama
El año concluye con notables bendiciones de Inti para su principal protegido, el sensacional Evo Morales, cuyos 2/3 electorales hacen un nuevo récord, cuyas enredadas declaraciones en idioma extranjero (el del conquistador español) en Copenhague han despertado ecos mundiales, cuya política económica alcanza un éxito sin precedentes en Bolivia que es aplaudido por Newsweek del 21 de Diciembre en su página once cuando dice (y traduzco): “Morales ha sido un modelo de austeridad fiscal; ha creado reservas enormes; ha hecho acertadas inversiones en infraestructura, electricidad y microfinanzas; ha diversificado el comercio para depender menos de EE.UU. Así, mientras Venezuela sufre apagones, escasez de agua e inflación de dos dígitos, Bolivia crece con mayor rapidez que en cualquier momento de sus últimas tres décadas. Y eso si es radical”.
Solo una minoría muy selecta de sus compatriotas (los más avisados) ha podido percibir en sus verdaderas dimensiones esta proyección mundial del primer Presidente de Bolivia que puso al país en el mapa del mundo, conquista las simpatías de billones en los cinco continentes y nos dio razones reales y verdaderas para sentirnos orgullosos (yo, por primera vez en mis 72 años) de nuestro país y nuestro Presidente. Evo trajo a Bolivia de la luna (que es donde el mundo pensó que estaba) y la puso en los titulares de la prensa importante universal.
La gran mayoría de sus compatriotas continúan condenados a una ceguera perenne sobre los éxitos de su Presidente y el 90% de los eventos que hacen girar al mundo por una prensa impresa local despreciable y mentirosa, una televisión que miente y engaña minuto a minuto y una oposición falsa compuesta de idiotas, truhanes, ladrones y asesinos que provocarían el pasmo planetario si nuestros periodistas cumplieran su deber al presentar esa galería singular de malhechores más allá de nuestras fronteras.
Y por eso tiene razón también en este caso el Presidente cuando afirma que “más me quieren fuera que dentro de Bolivia”. Es que fuera no se da el racismo brutal, ignorante y venenoso que distingue a la sociedad “decente” y “bian” boliviana, la que dio 200 años republicanos a su pueblo para explotarlo de manera inhumana y feroz.
Pero, bueno. Cada día llega con sus incordios y esta Navidad pagana (beban y coman como cerdos, católicos) nos da una pausa para festejar al Presidente sensacional en su momento de gloria. Ya nos dará Evo oportunidades varias para tirarle tomates y demostrar que somos independientes en nuestra opinión. Hoy le felicitamos por su buen Diciembre y le deseamos muchos iguales con tal que no cambie de ideales; sabemos que de piel no puede cambiar como lo hicieron el MNR, el MIR y otros que deberían estar pudriéndose en celdas oscuras como sus conciencias.
Brilla más la figura del hombre de bronce en contraste con la del mentiroso de chocolate que se aprovechó del desprecio universal contra Bush (y de la estupidez humana, que premió a Obama por reemplazar a Jorgito el Odioso) para usar su perfil grato y su lengua de oro y convertirse en el hombre más poderoso del mundo mediante una promesa imposible: “Cambio”.
No es coincidencia simple el que esta bandera haya sido la misma que enarbolara Evo Morales al iniciar su etapa presidencial: Bolivia aúlla de dolor y hambre porque precisa de urgentes cambios; el Imperio se derrumba de prisa entre hambres y miserias porque necesita cambios tanto o más urgentes (un gerente gana allá 40.000 veces más que un obrero por destruir la fábrica donde ambos “trabajan”); tampoco es coincidencia el que Barak Obama hubiera traicionado su promesa de manera harto sensacional aún antes de ocupar su cargo (bajó del 90% al 42% de popularidad antes de cumplir un año de “emperador”), que abandonara a sus asesores y amigos “liberales” para entregarse al Pentágono y a Wall Street y que haya subrayado la estupidez noruega de regalarle un Nobel ya desprestigiado como el primer “emperador” orwelliano con su brutal “la guerra es paz”, burdo intento de negar que un Bush negro reemplaza a un Bush blanco tal y como dijo Don Evo ayer nomás. En cuanto a “cambio”, Obama apenas lleva diez centavos devaluados en el bolsillo y es el único cambio de que puede hablar como capitalista salvaje.
Se dan, sin embargo, quienes le creen cuando dijo en Oslo que lo premiaron más por su potencial que por sus realizaciones aunque nada ha logrado y ha mentido a todos. Sus compatriotas (héroes idiotas y bonitos desde 1779) no saben cómo hacer ante esta estafa sin paralelo en la historia humana (los ladrones salieron ganando; el mundo perdió y pagará las deudas de los ladrones, léase banqueros gringos) que Obama hizo posible distrayendo a sus víctimas con su piel oscura, su pico de oro y su refinado estilo, obra maestra de la “educación” occidental.
Por supuesto, si los gringos fueran bolivianos, ya habrían aparecido grafitos en las paredes de los 50 estados de EE.UU. diciendo “Obama, o te vas o te matamos”, que es lo menos que Obama se merecería a estas alturas, pero los gringos no son bolivianos, para desgracia del mundo: 300 años después de su aparición como ente independiente (década más o menos) los gringos siguen sin saber quiénes son sus enemigos, si los Talibanes de Afganistán, los Al Quaeda de Irak, los comunistas del Tíbet o los plutócratas de Wall Street que gobiernan el mundo conocido.
Diez generaciones de gringos han marchado para asesinar a mansalva desde la conquista del Lejano Oeste hasta la guerra de Pakistán y ninguna supo nunca por qué asesinó y mató ni (en la mayoría de los casos) en cuál país asesinaron ni para qué. Ignorantes y brutos por designio de sus gobernantes, son dueños de las mejores universidades pero son el pueblo más infeliz del planeta: consumidores por siempre jamás, su mente común de adolescentes eternos les condena a una vida bruta y solitaria.
Para traer al mundo a un gringo nuevo, cada madre gringa goza apenas de un día de permiso en su empleo (hoy, USA depende del trabajo de sus mujeres más que del de sus “héroes”); una madre europea goza de tres meses por lo menos; los empleados gringos pierden cada día que se enferman en dólares devaluados; comen porquerías que los ha convertido en el pueblo más obeso del globo (jo, jo, jo), van a la guerra en condiciones de lujo y sólo por tres meses seguidos (más no aguantan) para ser derrotados vilmente por una banda de talibanes descalzos, semi-desnudos y prácticamente desarmados (sólo saben armar bombas improvisadas) contra los que los gringos lanzan aviones sin piloto (drones) manejados desde Las Vegas (son valientes, estos “héroes”). Si mi lector cree que tiene problemas, mire nomás al bueno de Obama.
Pero, bueno. No todas son malas noticias. Los 50.000 soldados (jóvenes pobres que huyen del desempleo) que enviará a Afganistán (uno de cada siete volverá a casa loco como una cabra) son 50.000 “héroes” que NO enviará a Latinoamérica en complicidad con Uribe; la guerra de Pakistán es un pantano de 20 años y 190 millones de paquistaníes del que el negro de la lengua de oro no podrá salir mediante frases bonitas (desde ya lo llaman el ‘Lyndon Johnson de Afganistán’. Johnson, como usted recuerda, fue derrotado por Vietnam y murió frustrado y solo poco después). Chinos, japoneses, árabes y otros acreedores ya se lo han dicho: “los odiamos, gringos, pero no podemos hacer nada (por el momento)”, con referencia a la deuda externa de USA. Están buscando lo que deben hacer durante 24/7, así que cualquier día de estos la alternativa obamesca será: “o pagamos la deuda o usamos la Bomba; no podemos pagar… ¿qué nos queda?” Y pensar que usted no puede dormir por las cuotas de su auto…
Si, este extraño Diciembre ha traído algunas sorpresas al mundo, que se porta amable con el campeón indio de los miserables de toda la Tierra y da premios falsos al emperador falsario que logró timar a todos con su promesa desalmada de “Cambio”.
Todo lo cual nos lleva a olvidar que ya nada importa un pepino: ya es tarde para salvarnos del clima; Copenhague demostró que la raza humana no alcanzó nunca el grado de civilización necesario para salvar su planeta y se condena a desaparecer pronto con este grano de arena que habita en un Universo infinito…
Aunque siempre habrá tiempo para otra cerveza, ¿o no?
Arturo von Vacano
avonvac@comcast.net
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