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Thursday, October 04, 2012

Un desastre


Anoche fue el momento del primer debate entre el Presidente Obama y Mitt Romney.
En mi humilde opinión fue un desastre la opaca actuación del Presidente. Romney se presentó como el dinámico renovador de una Administración anquilosada e ineficiente y el Presidente se lo permitió. Romney mintió a sus anchas y el Presidente se lo permitió. Romney hizo promesas imposibles de cumplir (y que, además, estaban en total oposición con lo que venía prometiendo hasta 24 horas antes), y el Presidente se lo permitió. La falta de reacción de Obama era –por lo menos para mí- desesperante. Me sentía como el espectador de una pelea de box (de paso, yo odio el box) que mira, impotente, como a su favorito le llenan la cara de dedos sin que reaccione, sin que trate siquiera de contragolpear cuando el otro abre su defensa y queda expuesto. Después de una hora y media de presenciar ese lamentable encuentro me quedé con una espantosa sensación de frustración.
Me quedaba la esperanza de pensar que yo había sido el único que había visto lo que había visto, que seguramente estaba deprimido y pesimista y había proyectado alguna mishiadura personal en el debate. Pero no: recorriendo la Web vi que todos habían visto lo mismo. (Una curiosa diferencia: los columnistas del Washington Post, tanto demócratas –horrorizados- como republicanos –encantados, jubilosos- exponían abiertamente sus estados de ánimo; los de la Dama Gris (el New York Times), en cambio, se mostraban prudentes, sobrios, contenidos).
Seguramente para reparar mi herida me quedaron una idea y una pregunta. La idea: ya otras veces pareció que el Presidente se mostraba débil y luego se hizo claro que su táctica favorita es darle a sus oponentes la soga para que se ahorquen solitos (lo hizo cuando la discusión del Obamacare). La pregunta: a la hora de votar, ¿le importará algo a cada votante lo que pasó o dejó de pasar en los debates?

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